sábado, 30 de octubre de 2010

LA ORALIDAD
(una práctica olvidada)

Cuesta entender que la práctica de la lengua ocurre en cada acto, en cada minuto que acontece en la vida cotidiana; por ende, durante el transcurso de toda la jornada escolar. La hora de 'Lengua' no sucede sólo cuando el cronograma horario lo determina; hacemos 'Lengua' desde que recibimos a los alumnos hasta que los despedimos. Aprender lengua es aprender a usarla.

Las rutinas más elementales: saludar, agradecer, pedir permiso, son actos de habla (actos de lenguaje) mediante los cuales manifestamos intenciones concretas.

Desde la Educación Inicial, cada niño viene acompañado de una historia personal que lo singulariza. Desde ese estándar local, particularísimo que trae —propio de su entorno— tendremos que ir acompañándolo en la construcción de su recorrido hacia el estándar general, convencional, para que liberado de los soportes y 'andamios' adultos ofrecidos, pueda continuar su relación con el medio.

El niño llega a 'Jardín' junto con la ilusión de nuevos mundos inculcados desde el hogar, pero también trae sus miedos, sus fantasías y la palabra. Los enunciados —aunque torpes— le permitirán expresar lo que siente, desea o teme. Pero para ello habrá que generar el espacio adecuado y las condiciones adecuadas. A través del juego, de la plástica, de la música y hasta de 'lo no dicho', él nos estará diciendo por qué caminos anda o qué le está sucediendo. Todo su cuerpo habla; sólo necesita que alguien lo escuche para que lo interprete e inicie una relación dialéctica de genuina retroalimentación.

Somos sujetos del lenguaje y sujetados al lenguaje. Lenguaje y pensamiento van de la mano construyéndose y apuntalándose mutuamente; cuanta más actividad lingüística ejercitemos, más dinámico será nuestro pensamiento.

¿Hablar? ¿Escuchar?
¿Cuándo, cómo y por qué hablamos?

Desde tiempos remotos sabemos que sin el 'otro' no podemos vivir; para eso aprendemos una serie de enunciados y convenciones que nos permiten interactuar, y como todo inter-cambio implica un proceso de acciones simultáneas que paulatinamente nos van modificando: en nuestros esquemas mentales, actitudes y procedimientos.

'Se aprende a hablar hablando', pero cuando hay algo que decir a alguien que nos está escuchando, siguiendo el curso de nuestras ideas, con respuestas aproximadas o acciones que demuestren la comunicación lograda.

Muchas veces la inseguridad, la preocupación por el desarrollo de la currícula por sobre la relación con el niño, o la presión ejercida por padres y directivos, predispone mal al maestro en su relación con la oralidad. Se supone que sólo sirve lo que queda plasmado en las carpetas (lo escrito), en desmedro de la práctica oral. 'A las palabras se las lleva el viento', 'se la pasaron charlando', 'no hacen nada más que hablar', etc. son unas de las tantas argumentaciones oídas.

Ahora bien, ¿hubo acuerdos previos entre padres, maestros y directivos?, ¿se pensó en una propuesta institucional abarcativa e integradora?, ¿se ubicó al niño en el rol protagónico que le corresponde? ¿se involucró a todos los miembros de la comunidad educativa en el proyecto de enseñar y aprender?

Hablar es producir, es elaborar un enunciado que permita lograr algo con el otro: pedir, argumentar, exponer, felicitar..., y también 'sacar' lo que tenemos dentro y nos preocupa o mortifica, no para que el otro nos resuelva los problemas, sino para liberarnos de la palabra y asumirnos tal cual somos.

Escuchar es comprender; quien escucha no está desempeñando un rol pasivo, está trabajando activamente con el pensamiento (asocia, evoca, relaciona). Si se le piden respuestas, apelará a toda su reservorio para extraer, lo que a su 'criterio' es adecuado para la situación. Y en esa ida y vuelta, se producirá la comunicación.

¿Cómo trabajar la oralidad?

Creando situaciones de intercambio reales, a partir de intereses genuinos. No es lo mismo aprender a hablar 'para' (abstracciones puras), que conversar, dialogar o discutir sobre el crecimiento de una planta, los gatitos que tuvo la gata del vecino, la visita a la panadería o cómo armar un teatrito.

A partir de situaciones 'genuinas', se irán alternando los turnos para que cada uno exprese su parecer, como réplica a lo anterior y así sucesivamente: hablando y escuchando — escuchando y hablando, hasta agotar el tema.

Si en el transcurso surgen desvíos temáticos, el docente coordinador estará atento a reacomodar la situación o bien, a analizar los motivos que provocaron ese 'salto'; será el docente quien organice la coherencia discursiva, creando así las condiciones para el desarrollo de las competencias comunicativas.

Lamentablemente, muchas veces urgidos por el tiempo, damos por supuestas ciertas respuestas, o bien creemos que con 15' diarios de conversación, la oralidad ya está desarrollada, y no es así. Los ofrecimientos para la conversación o el diálogo, deben estar planteados en consignas claras que no impliquen respuestas monosilábicas, ni sobreentendidos que den pie a equívocos, estereotipos o lugares comunes. Cada propuesta requiere un desafío a desarrollar y construir, trabajando activamente.

Si nos acostumbramos a respetar los turnos, a intercambiar, a opinar, a participar, estaremos poniendo en acto la palabra y a través del uso de la palabra podremos llegar a ser usuarios autónomos de la lengua.

¿Qué metas nos planteamos con los alumnos de Educación Inicial?

La alfabetización no se limita sólo al campo de la lectoescritura. De las cuatro habilidades lingüísticas: hablar-escuchar / leer-escribir, no hay que descuidar las dos primeras (largamente postergadas), que aunque con características muy particulares que las definen, no son tenidas en cuenta como corresponde (y no estamos hablando de clases destinadas a Oratoria y/o Retórica y Elocuencia, sino al ejercicio de decir lo que se piensa, sienta o desea).

De la práctica cotidiana de la oralidad, se aprenderá cuándo, cómo y qué decir; esto es, según la situación comunicativa (y el interlocutor de turno), se utilizarán el registro y el nivel adecuados (eso es alfabetizar). De estas ejercitaciones iniciales surgirán naturalmente, los deseos de incursionar por otros terrenos: qué dice ese cuento (macroestructura textual, renarración, perífrasis), cómo lo dice(superestructura textual, formatos discursivos); qué encierran esos soportes textuales que dicen cosas tan bellas y gratificantes?; cómo diferenciar una receta de un artículo periodístico, de un cuento?, etc., estas aproximaciones irán tentando al niño hacia nuevas incursiones, provocadas desde su natural interés.

La necesaria práctica de la oralidad: para conocernos e interactuar, la representación simbólica del lenguaje expresados en el movimiento, el gesto, la proximidad o la distancia, serán los mejores indicios para saber de qué hablamos cuando hablamos y qué escuchamos cuando escuchamos

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