2.-
Principios básicos de la planeación de vida y carrera
a)
Conocimiento de mí mismo
Conciencia
y conocimiento de mí mismo y de mis necesidades de crecimiento y trascendencia.
¿Qué tanto me conozco? ¿Qué tanto me preocupo por mi desarrollo? La definición
de mis deseos, de mis impulsos, gustos, búsquedas, inquietudes, el ¿qué quiero?
El interés de mi salud corporal, emocional y mental es condición sin la cual
nunca podré llegar a ser una persona realmente viva, es decir, vital.
Especialmente en nuestras sociedades pluralistas, urbanas, masificadoras y
tecnológicas, estamos viviendo un proceso de enajenación tal que no nos permite
pensar, sentir y desear aquello que nos beneficie real, personal y vitalmente.
Los valores conocidos y deseados en general son producto de esta alienación, lo
sabemos, están centrados en el dinero, el status, el confort y otros. Los
caminos para lograrlos son: le evasión, la agresión, la depresión, la lucha y
la neurosis. Algo que ayuda a la persona para apartarse de este torbellino
destructivo es un autoanálisis y auto cuestionamiento sobre quién es y qué
necesita para ser o seguir siendo. Podríamos añadir a las preguntas formuladas
antes, estas otras: ¿Qué tanto me interesa mi crecimiento profesional? ¿Qué
debo hacer para vivir tranquilo? ¿Qué tanto me preocupa y qué debo hacer para
mi seguridad económica? En última instancia, ¿Qué tanto pienso en mí y qué
tanto me quiero a mí mismo? Estos y otros cuestionamientos deben hacerse por
una persona vital que en forma sistemática se esté retroalimentando para
mantenerse siempre alerta, despierto, consciente y conocedor de sí mismo. De su
contexto y de sus necesidades de su crecimiento en todos los planos. Recordemos
a Sócrates en su célebre frase: “Conócete a ti mismo”
Este
conocimiento de mí mismo como persona vital en proceso de realización, tiende a
ser un conocimiento objetivo y realista en el cual me percibo a mí mismo como
soy y no como quisiera ser, en donde la imagen que yo tengo de mí mismo es
fruto de una percepción real y no fruto de mis sueños, fantasías, deseos y
sentimientos de grandeza o inferioridad. Es una aceptación cariñosa de mis
fuerzas y limitaciones a partir de las cuales puedo ir construyendo mayores
posibilidades de crecimiento, de creatividad y gozo para mí mismo y para los
que me rodean. Quizá el problema fundamental de la aceptación de mí mismo sea
la conjugación dinámica entre lo que actualmente somos y tenemos y lo que
queremos y podemos llegar a ser. Una aceptación pasiva total lleva a la muerte
psicológica, un exagerado desear ser distinto al que soy, lleva al stress y la
angustia por no alcanzar los objetivos que me he planteado. Carl Rogers,
expresa claramente este crecimiento dinámico y aceptación de la personal hablar
de la distancia entre el yo real y el yo ideal
.
b)
Energía vital y salud
Una
condición que resulta obvia para poder ser una persona vital es el mantener un
nivel de energía suficiente. Este nivel de energía está necesariamente basado
en un estado de buena salud que permita un adecuado funcionamiento del organismo
humano; tanto en lo físico como en lo fisiológico, psicológico y espiritual.
Conviene en este punto reflexionar sobre la importancia de una buena
alimentación, un régimen ordenado de vida y trabajo, un interés permanente
sobre las necesidades que el cuerpo y espíritu demandan. Recordemos otra cita
clásica:
Mens
sana in corpore sano.
En
el estudio de Abraham Maslow sobre la persona autorrealizada, es decir,
personas que han estado funcionando vitalmente a plenitud, se advierte consenso
respecto a la característica de ser personas “naturalistas” en el sentido de
tener una preocupación del cuerpo y espíritu; a quienes les interesa el comer
bien y gustar la comida el dormir bien y gozar el sueño y el llevar una vida
sexualmente activa y gozosa, aceptantes estas personas de su naturaleza animal
así como de su trascendencia espiritual. En una palabra, orientadas a la
promoción de la salud física, psicológica y espiritual.
c) Una
actitud de aprendizaje
Ya
dijimos que una persona vital es aquella que tiene capacidad y actitud de aprender.
Aunque dedicamos un apartado especial al “aprendizaje experiencial” que es el más
significativo y benéfico para el crecimiento de la persona, mencionaremos aquí sólo
aquellos aspectos que son condiciones de vitalidad. La persona en crecimiento
es aquella que se dice a sí misma: “nunca acabaré de aprender”, esto es, la
conciencia clara de que es inagotable la dosis y necesidad de aprendizaje en la
vida. La persona que se lanza a la tarea de ser vital es aquella que trata de
aprender de cualquier experiencia que la vida le ponga enfrente, desde la más
insignificante hasta la más trascendente y profunda. La persona que se plantea sacar
provecho, obtener algo, aprender de cualquier experiencia es aquella a la que puede
llamarse sabia. Nos parece oportuno recordar la diferencia que hacía Heráclito
entre el conocimiento y la sabiduría; el primero, como el cúmulo de datos
conocidos por la persona –erudito-; y la segunda, como la capacidad de ser
feliz a partir de lo que la vida me enseña –el sabio-. Este concepto nos lleva
de la mano a la concepción del aprendizaje significativo* como aquel que me
ocasiona un cambio interior (actitudes) y que se refleja en nuevos
comportamientos (conductas). Decimos con plena seguridad que si no hay nuevas
conductas es que no hubo aprendizaje. El aprendizaje significativo, desde luego
toma en cuenta el conocimiento teórico-conceptual, forma, curricular, pero
creemos que éste no es el fundamental para una vida sabia y feliz; es sólo un
conocimiento complementario. Para tener un aprendizaje significativo, el hombre
autor realizado de Maslow, se caracteriza por una actitud de sorpresa o asombro
ante la vida en donde puede con simplicidad, humildad y sencillez, contemplar
los fenómenos cotidianos de la naturaleza y de la relación humana y otra vez y
gozarlos con una nueva frescura. Recrearse con ellos y sacar el fruto de la
experiencia, es decir, aprender. Esta actitud de frescura y asombro se combina
con la profunda necesidad de encontrarle sentido a la vida y crear una
filosofía propia que explique y dé congruencia al fenómeno vital.
d) Capacidad y actitud para el cambio
Estamos,
como lo hemos dicho, en una época de cambios. La capacidad para cambiar, han
dicho varios pensadores, ha llegado a ser la única determinante de supervivencia.
Nosotros decimos, el cambio es equivalente a vida, la vida es cambio y el
cambiar es signo de vitalidad. No se trata, desde luego, del cambio por el
cambio, o de cambiar porque está de moda; nos referimos al cambio evolutivo y
no al involutivo, al cambio a partir del cual la persona crece madura. La
persona vital es aquella que tiene la capacidad de vivir y procurarse nuevas
experiencias, nuevos valores, nuevos trabajos, nuevos estilos y formas de vida
congruentes con sus deseos y posibilidades. En este punto cobra singular importancia
el tema de la resistencia al cambio, que se transforma en una incapacidad para
fomentar o aceptar la innovación en los diversos planos de la vida humana. Cabe
aclarar que la resistencia al cambio no es un tópico que se refiere a la edad madura,
adultez o vejez, es propia de todas las etapas del desarrollo psicológico del
ser humano. Muy importante en la capacidad y actitud frente al cambio es el
tema de la “Clarificación de valores ”, que puede entenderse como un camino por
el cual las personas vitales en forma sistemática cuestionan, analizan,
rechazan, adoptan o bien confirman sus valores tanto teórica como
vivencialmente y al decir sus valores, nos referimos a los “suyos” realmente,
no a aquellos que viven en función de su educación temprana o de algunas otras
influencias que les impidieron una adopción libre y consciente de sus valores.
El trabajo, lo sabemos, no es contrario ni
negativo para el hombre. Trabajar significa un desplazamiento y encauzamiento
de nuestra energía vital, física, emocional y mental. Por lo tanto, trabajar es
una forma sana de vivir y una condición de vitalidad. El trabajo, en nuestro
orden de ideas es una forma de conocerme a mí mismo. El tipo de trabajo que
realizo, la calidad y motivación que le imprimo, son medios de saber quién soy,
cómo soy, qué me dice a mí lo que hago, cómo lo hago, por qué lo hago, para qué
lo hago, con quién lo hago. Además de lo anterior, el trabajo es un medio de
sobrevivir y no sólo nos referimos al trabajo o tarea remunerada o asalariada,
sino a todo tipo de labor estructurada y organizada en un ambiente
socioeconómico. En este sentido el trabajo es también una forma de responder a
nuestra naturaleza social, lo que quiere decir que a través de nuestras labores
podemos ayudar solidariamente, cuando los resultados de nuestro trabajo
beneficien a otros. Finalmente, el trabajo, es una forma de trascender y de ser
un auténtico “ser humano”.
Por ello se concibió al hombre en una época
clásica como el Homo faber .Señala Erich Fromm, que el hombre tiene dos caminos
de trascendencia: el trabajo y la relación de amor. El reto vital consiste en trascender
creando, o trascender destruyendo. Por eso decimos que el hombre vital ejercita
y desarrolla sus potencialidades en lugar de arrastrar su existencia,
destruyéndose.
e)
Planeación de vida y carrera
Por
último, una condición para la vitalidad de todo individuo maduro es la
capacidad de planificar su vida y carrera. Para la planeación de vida y carrera
es fundamental el señalamiento de objetivos vitales y profesionales que marquen
los pasos en el crecimiento de la persona.
Hablar
de objetivos vitales y profesionales es dar un paso más allá de los meros
sueños, intenciones y afanes que pueden no significar nada para la persona a menos
que los mismos sean traducidos en objetivos a lograr, es decir, en resultados y
de los cuales la persona tenga pleno control. En este punto son cuatro las
áreas a cubrir en todo esfuerzo de planeación de vida y carrera.
Les
llamamos cuatro áreas de contacto, a saber:
CONMIGO
MISMO. Esta área
se refiere a la comunicación interna necesaria para la conciencia y conocimiento
de la persona consigo misma. Es el diálogo interno y la intencionalidad y
planificación de la vida en un ámbito estricta y profundamente personal, y como
tal, es un diálogo integrador de los procesos sensibles, emocionales y
racionales. Es un verdadero tomar contacto con la totalidad de mí mismo, y no
sólo de conceptualización o inventario de los atributos y debilidades dela
persona. Es un proceso fenomenológico de encuentro permanente conmigo mismo.
CON
MI FAMILIA. La familia puede llegar a ser un ambiente de crecimiento
que favorezca el desarrollo más íntimo de la persona. Es la prolongación más
cercana de uno mismo, donde se da el proceso trascendente de crear y promover
la vida y de estructurar e integrar el propio ambiente vital y de los seres a
quienes más quiere y con quienes convive íntimamente. Esta área familiar se ha
visto enfrentada a importantes cambios, de ahí la importancia de una mayor
sensibilidad, comunicación y planeación dinámica de la familia.
CON
MI TRABAJO. El
trabajo es uno de los campos más importantes de la trascendencia social del ser
humano. En nuestra actual sociedad, tan compleja, las organizaciones llegan a
ser en muchos casos el único medio viable del quehacer social, económico y
político. Este ámbito socio-político es parte de nuestra tarea y habla de los
sentimientos más profundos de identificación solidaria y subsidiaria. Nuestra sociedad
pluralista hace que la capacidad de influencia social se vaya limitando y
definiendo en función de las instituciones o grupos a los que pertenecemos, de
aquí la importancia de una planeación y selección de la actividad, grupo u
organización a la que quiero pertenecer como medio de influencia y compromiso social.
¿Qué objetivos y planes tiene que realizar la persona en relación con su
trabajo y carrera? ¿Está satisfecho con su actual trabajo? ¿Quiere seguir donde
está, o quiere cambiar de giro o de lugar? Un análisis y cuestionario respecto
al trabajo, cualquiera que éste sea y desempeñado en cualquier tipo de
organización, es necesario para toda persona vital.
CON
EL MUNDO. Un
acumulado de las tres áreas anteriores cabría en esta última área de contacto,
sin embargo, el sentido que queremos darle va relacionado con el mundo de la
naturaleza y de las diversas manifestaciones sensibles. ¿Cómo está mi
comunicación o contacto con la naturaleza; con los árboles, las flores, los
animales? ¿Aún me impresiona la belleza de los volcanes, de la lluvia? ¿Vibro
con la música, puedo llorar al escuchar una bella sonata o verso que haga
resonar mis fibras emocionales? Esto y más me debe decir qué tan sana está mi
vida en relación con el mundo de la naturaleza, y qué objetivos en este ámbito
conviene que empiece a trazar. Hemos visto las condiciones o características de
vitalidad para la persona. Creemos que las seis son necesarias y aceptamos que
no son las únicas pues cada una de ellas demandaría todo un esfuerzo
especializado.
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